LA MUJER NARIGUDA ES UNA BELLEZA EXTRAORDINARIA

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Me gustan las mujeres maduras desde siempre, y esta semana he descubierto que además me chiflan si tienen la nariz grande. Todos los días por la mañana, subo al tren para ir al trabajo. En el mismo vagón que voy yo, suele entrar una mujer madura (de 45 años aproximadamente), (muy guapa para mi gusto) y tiene una nariz muy grande. Lejos de ser su nariz algo espeluznante, en verdad le queda bien, muy pero que muy bien. Diría que es hasta sexy, elegante, e imponente. ¡La mujer más guapa del vagón! Me di cuenta, esta semana, de algo muy curioso, y es que pensando 🤔 en su esbelta nariz, empecé a recordar a otras mujeres maduras que me gustaban de antes. De mucho antes, desde que era yo un adolescente por lo menos, y resulta, que muchas de las anteriores mujeres, que también me gustaban, tenían nariz grande. ¡Caramba! Entonces recordé que yo mismo solía decir que me gustaban las de aquí, las vascas, y es que era por eso. Claro, las latinas, africanas o asiáticas, ninguna de esas extranjeras

LA VERDAD OCULTA SOBRE HOMBRES VICTIMAS DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL Y LA MISANDRIA



Un día, apareció un nuevo vecino en la comunidad. Anabel, la señora de 75 años le encontró en su portal. A - ¿Qué haces aquí? Le preguntó confundida al nuevo inquilino, ya que Anabel le recordaba haber visto a éste observándola en distintos lugares del municipio. V - Soy tu nuevo vecino. Pero a Anabel no le gustó nada su presencia, ya que ella le había notado que él le perseguía. Furiosa le amenazó.

A - Como intentes hacerme algo mi marido se va a enfadar mucho y te va a querer matar. El vecino sospechoso se quedó pasmado, pero con el rostro entristecido le quiso hacer llegar una reflexión. 

V - Escúchame, mi abuela me decía que en África había niños muriendo de hambre, que en la mesa tenía un plato de alubias, así que no fuese tonto y que comiera.

A -¿Y?

V - Mi abuela y bueno, todas las abuelas del mundo desean lo mejor para sus nietos, no quieren ver a esos niños pasando hambre.

A - ¿Qué me quieres contar con eso?

V - ¿Usted si viera a un joven africano morirse de hambre... Si lo viera desnutrido, deshidratado, moribundo, casi como un esqueleto viviente. ¿Usted le daría de comer?

A - Claro que sí.

Le contestó la señora.

V - Entonces, si yo le digo que hay personas en su propio pueblo, que al igual que de hambre, mueren también faltos de cariño. En la exclusión social, en el abandono total, en el desamparo, sin amor, sin atención, sin cariño,... Si yo le dijera a usted, que me muero de falta de cariño, usted me podría dar un abrazo?

A - ¡No! Dile a tu madre que te lo dé.

La anciana se hartó de escuchar sus palabras y no queriendo oír más, para no darle una sola oportunidad para sentir pena de él, se dirigió hacía la puerta.

V - No sabes lo que has hecho.

Le dijo amenazante el nuevo vecino.

La anciana, abriendo la puerta se frenó lentamente, aún sin salir del portal, puso en alerta sus dos oídos de espaldas al dichoso hombre misterioso.

V - Has sido xenófoba. 

Le aviso a la señora. Puso una mano en su hombro, y susurrando comenzó a dar una explicación. 

V - Es como si a un africano necesitado le dijeras que se vaya a su país a pedir  comida. Yo no tengo amor en la familia que a mí me ha tocado. Y no es culpa mía. Ni siquiera ellos se quieren entre ellos.

La anciana se marchó y dió un fuerte portazo. 

Esta historia podría pasar en cualquier municipio del país Vasco, y da lo mismo cómo acabe la historia, porque seguirá pasando y no le importará a nadie.

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