LA MUJER NARIGUDA ES UNA BELLEZA EXTRAORDINARIA

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Me gustan las mujeres maduras desde siempre, y esta semana he descubierto que además me chiflan si tienen la nariz grande. Todos los días por la mañana, subo al tren para ir al trabajo. En el mismo vagón que voy yo, suele entrar una mujer madura (de 45 años aproximadamente), (muy guapa para mi gusto) y tiene una nariz muy grande. Lejos de ser su nariz algo espeluznante, en verdad le queda bien, muy pero que muy bien. Diría que es hasta sexy, elegante, e imponente. ¡La mujer más guapa del vagón! Me di cuenta, esta semana, de algo muy curioso, y es que pensando 🤔 en su esbelta nariz, empecé a recordar a otras mujeres maduras que me gustaban de antes. De mucho antes, desde que era yo un adolescente por lo menos, y resulta, que muchas de las anteriores mujeres, que también me gustaban, tenían nariz grande. ¡Caramba! Entonces recordé que yo mismo solía decir que me gustaban las de aquí, las vascas, y es que era por eso. Claro, las latinas, africanas o asiáticas, ninguna de esas extranjeras

LA VERDAD SUENA A MACHISTA de INHAR GOIENETXEA CERECEDA

 



Hay situaciones donde se le oprime a la mujer y en otras se le oprime al hombre. Roles que se le imponen a las mujeres por nacer mujer y roles que se le imponen al hombre por nacer hombre.

La homofobia hacia los hombres gay, por ejemplo, es una discriminación misándrica. 
Se trata de misandria y no de machismo, ya que el ataque se aplica dañando al hombre en su libertad de ser hombre como le plazca.

Entre las normas del rol que se nos impone a los hombres, está la prohibición al hombre de llorar o quejarse de lo duro que es hacerse el fuerte.
 Por eso en esta lucha por la igualdad se escuchan las protestas por las injusticias que sufren las mujeres, pero se calla todo lo que los hombres sufren. Incluso diría que se hace mofa de ello.
Cuando a un hombre le pega una mujer públicamente, la gente observándolo se mofa de esa acción de maltrato al hombre cuando proviene por parte de la mujer. 
Mientras que, a la inversa, si un hombre se atreve a ponerle una mano encima a cualquier mujer públicamente, de inmediato arremeterán todos contra el hombre.
Esta doble vara de medir es hembrista, porque sitúa a la mujer en una condición superior al hombre.
Otro hecho preocupante, es que los hombres estamos más excluidos de la sociedad por el mero hecho de ser hombres. Mayoritariamente nos desean menos, ligamos menos, por no decir que en el caso de algunos no ligamos nada, nos dan calabazas y, por si fuera poco, se mofan en nuestra cara de nuestros fracasos.

En casos extremos, la gente nos excluye hasta quedar en la absoluta soledad.
Vea también los hombres sintecho, encontrará en las calles muchos más varones vagabundos que mujeres vagabundas.
La exclusión social hacia los hombres es más elevada cuando el hombre no posee poder adquisitivo.

Mientras que los hombres no valoramos la situación económica de una mujer, cuando literalmente nos importa muy poco o nada, que ella tenga o no tenga riquezas materiales a la hora de aprobar nuestro deseo incitado por su atracción física. Al contrario, la condición que nos impone la sociedad a los hombres es más crítica con nuestra situación económica.
La exclusión social disminuye las probabilidades de encontrar empleo, pero si además eres varón, ambas condiciones te pueden arrastrar al desamparo.
Para encontrar pareja también, un hombre promedio lo tiene muchísimo más difícil que cualquier mujer.

Por un extremo, las mujeres se hartan de tener que aguantar a babosos que las persiguen, mientras que, en su lado opuesto, los hombres nos encontramos con el rechazo, y se normaliza la soledad a la que uno se tiene que hacer acostumbrándose a la fuerza.

La triste soledad no buscada que lo hará más hombre, más fuerte, como ha de ser según las normas que dictan en esta sociedad desigual.
El “no es no”, pero al igual que el “no porque sí”, la discriminación injustificada también es un doloroso NO sin argumentos. Luego el hombre tiene que callar y siempre dar la razón a la mujer.

Así es como dicta la norma, los hombres callan como buenamente deben de hacer los hombres de bien en esta sociedad reglada.
A la mujer no se la discute, el hombre debe de saber pedir perdón incluso sin haber hecho nada.

La mujer puede victimizarse y culpabilizar al hombre y dicho relato ser aprobado por una sociedad que grita en las calles “yo sí te creo” con los ojos vendados, jugando a la gallinita ciega.
Todas las parejas separadas tienen su versión de los hechos para difamar por doquier sobre sus ex.
Por eso el lobo siempre será el malo de la película si la versión la cuenta caperucita roja.
Revindicar la lucha por la igualdad dando todo el protagonismo al feminismo, es negar la existencia de la opresión hacia el hombre.

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